miércoles, 24 de abril de 2013

Un injerto óseo le salvó el brazo y la vida a Laura

Tan difícil como encontrar una donante que fuera casi como su propio reflejo, fue aceptar la noticia que recibió Laura Rodríguez Grajales sobre un tumor agresivo de células gigantes dentro del hueso de su brazo izquierdo, que lo había destruido por completo.
Por cuatro meses esperó para encontrar como donante a una mujer de su misma contextura física, determinada por su estatura de 1,63 metros, las medidas similares de su húmero y una edad que no superara la suya por más de diez años.
Esta joven, de 16 años de edad, tiene hoy la autoridad para hablar de este episodio que la obligó a reemplazar sus actividades deportivas, como el voleibol, por la quietud, y a postergar su ingreso a la universidad -piensa estudiar medicina-, para someterse en octubre pasado a una cirugía de aloinjerto de húmero para reemplazar su hueso.
Para explicar la magnitud de su enfermedad, Laura relata que si no era operada podía desarrollar cáncer en los pulmones, y que de no haber hallado un donante no habría salvado el hueso. "Además del aloinjerto estaba la opción de una prótesis pero, a mi edad, no tenía la misma posibilidad de recuperar el movimiento. Por eso hicieron el trasplante de salvamento", dice.
Manejo de tumores óseos
Según Gustavo Adolfo Molina Uribe, ortopedista oncólogo del Instituto de Cancerología de la Clínica Las Américas, el cáncer en los huesos puede ser de origen primario o secundario.
"El primario consiste en tumores malignos que atacan el hueso a partir de células que se transforman en malignas, y los secundarios vienen de otra enfermedad, como de metástasis de cáncer en otras partes".
Entre los síntomas, el especialista menciona que puede haber dolor en los huesos, fracturas o compresiones de nervios, lo que depende de la ubicación. Para lograr un tratamiento acertado indica que se debe definir el tipo de tumor, a través de estudios cuyo último paso es una biopsia, y determinar si responde a quimioterapia, radioterapia o a cirugía.
"El principal avance es que antes de los 70 los pacientes con tumores primarios de huesos iban, generalmente, a una amputación. Hoy, muchos logran salvar la extremidad", sostiene Molina Uribe, quien agrega que en los tumores secundarios el tratamiento busca prevenir que los huesos se quiebren, mediante la fijación de los mismos.
En cualquiera de los casos se apoyan en cuidado paliativo, a partir de un equipo interdisciplinario para manejar el dolor y brindar calidad de vida al paciente. Eduardo Arturo González, director médico de Tissue Bank, explica que el tratamiento, ya sea de un tumor benigno extenso o de uno maligno que ha comprometido parte del hueso, consiste en la extirpación.
"Cuando se reseca un fragmento en cualquier extremidad o zona del esqueleto, normalmente se necesita tener márgenes libres de hueso sano, lo que implica que la recepción de los segmentos sea muy extensa en la mayoría de los casos y esos segmentos hay que reemplazarlos", aclara el oncólogo. De acuerdo con González existen varias opciones, aunque lo que se prefiere es utilizar aloinjertos, como ocurrió con Laura, debido a que el cuerpo no tiene tanta reserva ósea para reemplazar ese segmento. "Los aloinjertos se procesan en bancos de tejidos y vienen de personas que fallecen y donan sus huesos. También existen las prótesis, que se usan en casos especiales", anota.
Y es gracias a los avances médicos y opciones de tratamiento que Laura ya no siente dolor y, poco a poco, retorna a sus actividades normales, aunque es consciente de que la recuperación es lenta -puede tardar tres años- y, como dice ella, "posiblemente nunca recupere del todo la movilidad", pero es una alternativa importante.
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